Piria
plantó varios en su castillo de Piriápolis; casi con certeza para usar sus
propiedades en la alquimia.
Es un
árbol realmente raro, tiene algo de bicho, particularmente por su savia que
parece sangre. Denominado Drago o Draco, que en latín significa “dragón”, se
suponía que en esos árboles se habían convertido (dormidos, pero no muertos)
los desaparecidos reptiles alados. En Islas Canarias hay un ejemplar que
es el abuelo de todos los dragos, aunque nadie se pone de acuerdo sobre su
edad. Un científico tan autorizado como Humboldt le adjudicó 7.000 años; luego
las cuentas fueron bajando hasta razonables 2.000, hasta que los agoreros de
siempre la bajaron a 600 años y aún menos. Donde sigan así, todavía es una
semilla.
La
cuestión es que ese drago específico tiene su propia leyenda ¡faltaba más!.
Dicen que una bellísima guanche (los aborígenes, algunos de ellos rubios, la
isla es rara de toda rareza) andaba por ahí bañándose desnuda cuando la vio uno
de esos deleznables navegantes peninsulares de los que descubrieron América. La
corrió por la isla con propósitos inconfesables y la chica que era delgada y
vírgen como en todas las leyendas, logró penetrar dentro de este drago. El
infame conquistador intentó abrirse camino y al cortar la corteza del árbol,
brotó sangre. El violador, degenerado pero supersticioso, dio por seguro que el
árbol era en realidad un dragón dormido y huyó despavorido. Hay varias
versiones de la misma historia, algunas que asocian el episodio al Jardín de
las Hespérides.
Uno de
los dragos del Castillo de Piria
Este
drago en particular recibe decenas de miles de visitantes cada año. Se
encuentra en un predio particular en Icod de los Vinos, en Tenerife,
presidiendo un jardín botánico de tres hectáreas donde el propietario, porque
es privado en apariencia, cultiva especies autóctonas. Naturalmente cobra
entrada y tantos cuidados como los que le brinda al árbol merecen el aporte,
pues de lo contrario, ya habría sido víctima de hongos que hubieran terminado
con su longeva existencia. Allí podrás aprender todo lo que quieras sobre
dragos, así cuando te enfrentás a los cinco árboles que hay en el Castillo de
Piria, te la podés dar de experto.
Entusiasmado
luego de ver este árbol-bicho en Piriápolis, yo me conseguí uno que es pequeño
y ya superó su primer invierno en el jardín. Me costó un poco caro para ser tan
chiquito, pero estoy seguro que ya me está protegiendo andá a saber de qué.
Te podrás
imaginar que no soy un experto en botánica ni mucho menos, pero lo poco que
aprendí me alcanza para distinguir que el Drago de Tenerife es diferente al
Drago de Socotra, que reconozco como de mucho respeto. Si Piria lo hubiera
conocido, seguro que se desesperaba por tener uno en su castillo, porque este
es el original de las leyendas medievales. Para no armar una
horrible confusión
hago referencia a este drago socotroco al final de la nota.
Volvamos
a Tenerife. Cerca del parquecito del drago famoso hay una cueva sagrada de los
guanches y unas bodegas donde te dan a probar un vino local que te da vuelta
las papilas. De manera que podría justificarse alguna noche en un hotelito
próximo, un “hotel del drago”. No lo es el Hotel Emblemático San Marco, pero te
muestro una de sus fotos promocionales y capaz que te alojás allí aunque te
importe un pito el drago y su sangre)
Después
hablan pestes de los vampiros, pero desangran al drago sin miramientos
Dicen que
la savia roja del drago era ambicionada desde los tiempos de la antigua Roma,
razón por la cual no debería extrañar tanto la presencia de aborígenes blancos
a tan escasa distancia de la África negra, o más bien bereber, porque ellos son
los habitantes del territorio continental más próximo. Y también tienen dragos,
así que no era necesario navegar para llegar allí. Pero entonces explicame cómo
es que desde tiempo inmemorial hay perros en un archipiélago relativamente
joven, pues es de origen volcánico. ¿Perros?, claro, perros-canes-islas
canarias. ¿Creías que lo de Islas Canarias era por los pajaritos? Pues no, es
al revés, todo está de cabeza en estas islas recontramisteriosas de donde
partieron los canarios que fundaron Montevideo.
No tan
tonto y supersticioso; ahora están descubriendo propiedades de la sangre de
drago para ayudar a curar fístulas, úlceras y heridas. Claro, va por tu cuenta
y por cuenta del Dr. Paz, que lo asegura en este video. Verás que hay una
gran ensalada sobre los dragos, su origen y su nomenclatura… pero así es la
cosa en todos lados menos en Tenerife, donde sí saben lo que es un drago
deverdá.
Este otro
video me gusta mucho más, particularmente porque si escuchás a los
entrevistados, te das cuenta que no hablan como los españoles peninsulares,
sino en un castellano curiosamente parecido al que hablamos los montevideanos.
Al menos a mí me parece y tiene cierta lógica.
La sangre
de drago, secada y pulverizada, era utilizada desde Roma y durante toda la Edad
Media, como un remedio para todos los males, desde la gripe hasta los celos y
la envidia. También tenía mucha demanda como colorante y como barniz para
pintar los metales y protegerlos de la herrumbre. Así que los pobres dragos
estuvieron a merced del vampirismo del ser humano hasta que se
descubrieron y luego inventaron, productos más efectivos para casi todas esas
cosas, salvo los celos y la envidia. Capaz que todavía hago negocio con
mi arbolito. Puede que al principio la superstición superara la necesaria investigación
científica para determinar para qué sirve, pero hoy en día está comprobado que
tiene varias aplicaciones.
Volvamos
al drago más viejo del mundo y al autor de un encantador post en el blog 20
minutos de España . Dice el autor de la Crónica Verde, que este ejemplar
sobrevive actualmente gracias a que lo electrificaron, instalándole dos
ventiladores que renuevan el aire en su increíble bóveda interior de seis
metros de altura, donde estaban creciendo hongos acompañados de alimañas que
ponían en riesgo su vida.
Felizmente
los ventiladores están dando resultado y hasta promoviendo el abultamiento de
las viejas raíces, las cuales podrían llegar a bloquear el espacio que todavía
ocupa una puerta que parece hecha para gnomos, pero que ocultan el lugar donde
podrían refugiarse hasta 6 personas en el caso de que los persiguiera un
canallesco violador peninsular. El ejemplar no es muy alto, apenas unos
18 metros, pero tiene una impresionante copa y se estima que su peso
actual supera las 140 toneladas.
Si alguien
te sorprende dándole un mordiscón para sacarle un poquito de savia, te dan un
garrotazo con un instrumento hecho con su madera. Y te aclaro que en la edad
media usaban madera de drago para fabricar escudos a prueba de lanzas.
Con el
nombre de “drago” se conocen varios árboles, no todos los cuales tienen savia
roja. En cambio, hay varias plantas que producen savia roja y no son dragos. De
manera que este asunto exige una definición como la botánica manda: estamos
hablando del “Dracaena draco”, el drago de verdá, y no esas otras cosas que
andan por el mundo, incluyendo algunas de Sudamérica que se las dan de drago y
no son más que arbustitos de sangre colorá, sin estirpe ni historia. ¡Hombre!
El drago
de esta historia es el oriundo de Tenerife, el reconocido como símbolo de esa
isla por el Gobierno de Canarias, y seacabó, no hay discusión; ese es el drago
que se consiguió don Francisco Piria y a él nos atenemos. Y damos la pista de
que si te internás en las sendas boscosas de Punta Negra, cerca de Piriápolis,
encontrás un vivero escondido donde conseguirte uno de estos arbolitos que
parecen bichos. Parecen bichos cuando son grandes, porque de chiquitos son una
planta, tal cual. El de la izquierda no es el mío, pero tiene un aspecto
semejante. A la derecha, el más alto de los dragos del Castillo de Piria, que
me parece supera la media de esta especie.
Una de
las propiedades que en la Edad Media le adjudicaban a la Sangre de Drago, era
la de ser uno de los ingredientes del elixir de la eterna juventud, razón que
bien pudo inspirar a Piria y a su amigo Pitamiglio, que habrán investigado a
fondo con sus prácticas alquímicas, pero por lo visto, sin éxito.
Tanto
fueron sangrados los dragos que terminaron con los bosques naturales que había
en Tenerife, en Marruecos, en otros archipiélagos y en Cabo Verde. Hoy casi no
existen ni crecen de manera espontánea, pero los hay en abundancia pues se lo
planta hasta en Perú, con propósitos medicinales que se suman a la jardinería,
pues es un árbol muy atractivo que se lleva bien con cualquier otra especie… y
hasta con nuestros pájaros, por lo que ví en el Castillo de Piria. En mi jardín
no vi que lo atacaran ni las hormigas ni los caracoles.
En la
Wikipedia encontré referencias de lo que deberé esperar para poder tomar mate a
la sombra del drago. Es de lento crecimiento y puede tardar diez años en
crecer un metro; el tallo continuará siendo liso hasta la madurez del árbol,
cuando toma su aspecto rugoso. Su primera floración se produce a los 15 años,
aproximadamente y a partir de ahí comienza a ramificarse. Serán tus hijos o tus
nietos los que disfruten esa copa que parece una sombrilla mágica; pero habrá
valido la pena, les dejaste un tesoro vegetal que quizá el drago premie de
alguna mágica manera. Las flores son de color blanco y surgen en racimos; los
frutos son carnosos, redondos y anaranjados, de un centímetro a un centímetro y
medio. Se los ve en el suelo en el Castillo de Piria.
Como si
no hubiera suficiente confusión, también se denomina “Sangre de Drago” a una
palmera trepadora (Daemonorops draco) del sudeste asiático. Pero el nombre no
obedece a su savia, sino al color de la cubierta de sus frutos, que se utilizan
también desde tiempo inmemorial por la medicina china ¡para los mismos
propósitos!
En la
antiguedad existían, o creían que existían, dragos tan grandes que un camino
podía pasar dentro de su tronco.
¿Un
poquito más de desconcierto? Bueno, acá va. Hay más árboles denominados Sangre
de Drago, como el Crotón urucurana, una especie ni siquiera parecida, pero que
también exuda un látex de color rojizo. Es una planta oriunda de Sudamérica y
si llevan actualmente este nombre, eso no se debe a que haya habido dragones en
nuestro continente, sino porque los conquistadores españoles que nunca habían
visto un drago de Canarias, lo bautizaron así por el color de su savia.
Si fuera
el caso de que sos una virgen, que no te preocupe la proximidad con ninguno de
estos árboles, cualquiera sea su procedencia. No está probado que los dragones
tuvieran como un metejón con las vírgenes, por el contrario, parece que les
venía bien cualquier cosa que anduviera a caballo. Y esa es la razón por la que
algunos caballeros huyeran ante su presencia en tanto que otros se quedaban
quietitos.
El drago
de Socotra
Socotra
es un archipiélago de cuatro islas (mirá qué coincidencias con las
Canarias), en el océano ïndico. Están a unos 350 kilómetros de la República
Popular de Yemen, país al que pertenecen. Es un caso como Madagascar, las
Galápagos o las propias Islas Canarias, en lo que refiere a haber gestado
especies propias salteándose las evoluciones continentales. De hecho, Socotra
tiene 700 especies únicas en el mundo y por tal razón es Patrimonio de la
Humanidad.
El drago
de acá se denomina científicamente “dracaena cinabarri” y a diferencia de todos
sus similares, crece mejor y en abundancia en las laderas de las montañas hasta
los 1.600 metros sobre el nivel del mar, donde abundan las nieblas que agregan
misterio a todo el asunto. Fue descrito por Isaac Bayley Balfour en 1882, pero
es conocido desde el siglo de oro de los griegos.
Para que
tengas una idea, Alejandro Magno que tenía otras cosas que hacer, dedicó tiempo
precioso para embarcarse hasta la isla y conquistarla, solo para aprovisionarse
de Sangre de Drago para restañar las heridas de sus soldados. Así de vieja es
la tradición que ha dado lugar a un oficio en Sotroco, donde los nativos la
cultivan y cuidan, pues una vez al año les está permitido hacer la incisión
que les permite cosechar la resina, de gran valor en el mercado de la medicina
natural.