Debemos aprender a valorar nuestras diferencias, puesto que
son las que nos hacen únicos. La perfección no merece la pena si para
alcanzarla tenemos que sufrir y no aceptarnos tal y como somos.
¿Te has parado a pensar en alguna ocasión lo que eres capaz
de hacerte a través de tu espejo? Probablemente, si lo haces, te darás cuenta
de que eres tremenda mente dura y cruel con los pensamientos que te dedicas.
“Esto no está bien”, “Me gustaría tener más pecho”, “Tengo
que bajar de peso para que los vaqueros me queden tan bien como a ella”, “Me
estoy quedando sin pelo”, “Mis labios son horribles”, “No sugiero nada con mi
mirada”, “No puedo ir a la playa con este bikini, se me verán todas las
estrías”.
Y así un sinfín de ataques que se constituyen como una
verdadera y encarnizada lucha cuerpo a cuerpo con uno mismo. Un desprecio
constante hacia nuestra belleza, hacia nuestra existencia y hacia nuestra
realidad.
La curva más bonita
de una mujer es su sonrisa
Se dice que la curva más bonita de una mujer es su sonrisa,
porque a través de ella se acepta a sí misma y, como consecuencia, no hay nada
más bello que esto. Sin embargo, el diálogo que habitualmente mantenemos con
nuestro yo ante el espejo consigue hacer desaparecer nuestra sonrisa de un
plumazo.
De este modo alimentamos un terrible auto sabotaje,
generándonos una gran inseguridad a nosotras mismas, dejando nuestra autoestima
por los suelos y condenando a nuestro amor propio a vivir en soledad.
Este corto ejemplifica a la perfección cómo nos castigamos y
maltratamos a través del espejo, pues lo usamos como comodín de proyección de
nuestras inseguridades, de nuestro enfado y de nuestro auto concepto negativo.
Somos capaces de destrozar nuestra esencia y dejar de ser
nosotros mismos solo por ajustarnos a unos cánones que no son nuestros y ni
siquiera son reales.
De todas maneras, esto no es solo cosa de mujeres pues, en
realidad, los hombres se someten a las mismas crueldades y se podría decir que
también sin contemplaciones.
Así, ambos sexos nos machacamos con aquello que no nos gusta
o no nos cuadra con nuestro ideal de belleza.
De esta manera, dedicamos poco tiempo a cultivar aquello que
sí nos agrada y a trabajar en el amor propio. Literalmente, dejamos que la vida
se vaya mientras vemos cómo se marchita el brillo de nuestros ojos.
Naciste para ser
real, no para que la sociedad te diga cómo tienes que verte
No hay actitud más inteligente que aquella que infunde y
promulga el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. No vale que nos miremos
con las gafas de los ideales sociales, porque la perfección no existe y la
idealización nos dirige hacia la infelicidad.
Mujer ante el espejo
Tu cuerpo no es tu enemigo y, por lo tanto, tu espejo
tampoco lo es. Eres tú quien, a través de tus pensamientos y de tus exigencias,
está arruinando tu bienestar y quien te está intentando convencer de que debes
odiarte.
Entonces, debes pasar a mirarte más allá del espejo, a
comprometerte contigo y a dejar de torturarte. No son tus arrugas, tus kilos,
tu falta de curvas ni tu celulitas los que te definen. Tú eres una persona que
se compone de lo que siente, de lo que hace y de lo que piensa.
Pero solo estarás a salvo contigo si cuando te miras al
espejo dejas de regañarte por cada detalle, si dejas de castigarte y comienzas
a crear una atmósfera de aceptación y de amor hacia tu interior y hacia tu
cuerpo.
No puedes desligarte ni humillarte. La perfección no tiene
sentido si a partir de ella tenemos que sufrir con el único objetivo de ser
todos iguales. Por eso es hora de apostar por la “imperfección”, por las
diferencias, por ser uno mismo.
De ti depende que le permitas a tu reflejo en el espejo
lastimarte. Tu valía depende de ti, no de tener más o menos curvas y unas
arrugas más o menos marcadas.
Mujer venciendo la
tiranía de su reflejo
Practica el amor
propio
Enamórate de ti y de la vida. Haz valer lo que tienes y
quien eres. No se trata de ser egoísta, sino de apreciarse uno mismo en sus
bondades y de mirar hacia nuestro interior siendo los dueños de nuestro propio
ser.
Para ello, debemos mimar nuestro auto concepto, hacerlo
nuestro y no permitir que lo que los demás promulguen afecte a aquellos juicios
que a nuestro parecer son correctos.
De este modo, si logramos practicar el amor propio,
estaremos en disposición no solo de crecer, sino de aceptar a los demás y de
convertirnos en una buena compañía. Para eso es necesario que cada uno de
nosotros examine aquellas zonas en las que hayamos generado la auto derrota.
Entonces, y solo entonces, estaremos en disposición de
eliminar las razones que nos conducen hasta ella. Así, destruiremos aquellos
comportamientos que hacen que el amor propio no pueda crecer y que no seamos
capaces de mirarnos al espejo sin recriminarnos cada centímetro de nuestra
piel.