A diario escuchamos decir que el humo del cigarrillo daña a
los pulmones pero… ¿Por qué lo hace y en que consiste ese daño?
El pulmón, ese órgano
de la vida
Los pulmones están constituidos por 200 a 600 millones de
pequeños sacos o bolsas denominadas alvéolos, donde se produce el intercambio
de gases con la atmósfera: se incorpora el oxígeno que ingresa en el aire
inspirado y se exhala el dióxido de carbono proveniente de los desechos del
metabolismo.
A cada uno de estos millones de alvéolos revestidos por vasos
sanguíneos de muy pequeño calibre, llega una terminal de la vía aérea,
denominada bronquiolo y sus paredes están constituidas por células llamadas
neumocitos y otras, encargadas de la función inmunitaria del pulmón, conocidas
como macrófagos. Para que los alvéolos no se colapsen como un globo desinflado,
es necesario que estén recubiertos por una sustancia lipídica que permite
conservar la forma y estructura de las pequeñas bolsitas.
Se trata del
surfactante, que se forma en los últimos momentos de la vida intrauterina y que
es el responsable de que el recién nacido respire normalmente al salir del
útero materno.
Tabaco y enfermedad
pulmonar
Toda la fina coordinación requerida para que se pueda
efectuar el intercambio de gases relacionados con la vida y se posibilite la
eliminación de gérmenes y sustancias extrañas que ingresan con el aire
inspirado, pueden ser afectados gravemente por el humo del tabaco. Por
supuesto, el organismo pone en marcha entonces diversos mecanismos tendientes a
la reparación, pero muchas veces no alcanza o lo hace dejando secuelas
(consecuencias) negativas sobre los pulmones.
Las tres afecciones más frecuentemente relacionadas con el
tabaquismo son la bronquitis crónica, el enfisema pulmonar y el cáncer de
pulmón, pero se potencia el riesgo de padecer patologías como tuberculosis
pulmonar, neumonías, y silicosis.
El humo del cigarrillo, al alcanzar las estructuras pulmonares
provoca irritación y lesiona las cilias (o pequeños pelitos) ubicados en los
bronquios pequeños y los bronquiolos, causándoles un cierto tipo de inmovilidad
o debilidad, que las hace ineficientes para la remoción de gérmenes o
sustancias patógenas.
Por otra parte, las sustancias originadas en la combustión
del tabaco provocan un desequilibrio en el sistema enzimático pulmonar
(particularmente en el surfactante) y ello conduce al colapso y a la
destrucción de los tejidos que constituyen los alvéolos pulmonares.
La primera alteración que provoca el tabaco en el aparato
respiratorio suele ser la inflamación de las paredes bronquiales y de los
tabiques alveolares. Esta alteración consiste en cambios en la permeabilidad de
los pequeños vasos pulmonares, edema (hinchazón) y aparición de células propias
de los estados inflamatorios. Si la agresión provocada por el humo del tabaco
cesa y sepractica un adecuado tratamiento, se puede detener y hasta revertir la
obstrucción de las vías respiratorias. Pero si el tabaquista persiste con su
hábito, se produce un deterioro de la sustancia que mantiene la estructura
alveolar y comienza a resentirse el intercambio de gases.
El monóxido de carbono originado al encenderse un cigarrillo
tiende a unirse a los glóbulos rojos y a desplazar el oxígeno que éstos
normalmente transportan. Por esta causa, el tabaquista suele fatigarse con
facilidad.
La consecuencia más común del tabaquismo crónico es la
aparición de la denominada enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), en
sus dos variedades: bronquitis crónica o enfisema (pulmones hiperinflados e
ineficientes).
Además, es precisamente el humo del tabaco, formado por una
mezcla compleja de más de 3.000 sustancias químicas diferentes y alquitrán, el
causante de cambios en las estructuras celulares que pueden dar lugar al cáncer
de pulmón.
En efecto, el permanente accionar del humo sobre las células
que recubren los bronquios lleva a que éstas se aplanen y pierdan sus cilias.
Es entonces que las células que se encuentran en una capa más inferior del
tejido (células "de recambio") comienzan a reproducirse rápidamente,
en un intento por reemplazar las células dañadas e ineficientes. En este
proceso de rápido crecimiento y reproducción de las células, puede tener lugar
el desarrollo de tejido canceroso. Si ello ocurre, las células cancerosas
sustituyen a las sanas; si el proceso continúa, las células pueden ir más allá
del pulmón y ello es lo que origina las denominadas metástasis a distancia.
En relación al cáncer de pulmón, mucho se ha discutido
acerca de las diferencias entre hombres y mujeres, entre cigarrillos con bajo
contenido de alquitrán (7 mg versus 15 mg de los cigarrillos normales), etc,
etc. Lo cierto es que entre los factores que condicionan el mayor riesgo de
cáncer de pulmón entre fumadores que entre no fumadores se incluyen: los años
durante los cuales se ha practicado este hábito, el número de cigarrillos
consumidos a lo largo del día, el contenido de alquitrán y la profundidad de
cada inhalación.
El fumador pasivo
Se denomina fumador pasivo a la persona que se ve expuesta
(en su hogar, en el ámbito laboral, en diversos ambientes públicos) al humo del
tabaco, habitualmente de manera involuntaria.
El riesgo de padecer afecciones pulmonares, como el caso del
cáncer de pulmón, es superior al que tendrían como no fumadores, libres del
contacto con el humo del cigarrillo. Este riesgo se ha calculado como de 1,3,
es decir, un 30% más de posibilidades de desarrollar una neoplasia de este
tipo. Por otra parte, en patologías de las vías aéreas como el asma, existen
numerosas publicaciones que señalan una mayor incidencia de crisis agudas en
niños asmáticos cuyos padres o tutores son fumadores, sobre todo en los
primeros años de la vida.
En síntesis: dejar de fumar no es un acto de constricción
religiosa ni un principio moral: es simplemente asegurar un buen funcionamiento
pulmonar y una mejor calidad de vida.